La cultura romana es esencialmente epigráfica. Desde los primeros estudios de esta civilización, principalmente a raíz de los descubrimientos de Herculano y Pompeya, se la denominó “la cultura de la epigrafía”, debido a la gran variedad de textos que informan sobre diferentes temas y motivos convencionales. Frente a las inscripciones públicas y monumentales existió también la llamada epigrafía menor, cuyo soporte era, fundamentalmente, la pared: los famosos graffiti y dipinti.
El grafito es el texto o dibujo escrito sobre la pared al carbón, mientras que el dipinto es el texto escrito sobre la pared con pintura. Ambas inscripciones ofrecen una excepcional información sobre la vida y costumbres de su época: autores anónimos que dejaron en las paredes de sus hogares, de sus establecimientos o, incluso, en las paredes públicas testimonio de sus creencias y de sus situaciones personales. Estas inscripciones son escritos espontáneos, inmediatos, cuya necesidad momentánea no implica una perdurabilidad en el tiempo, sino que están concebidas para tener una función precisa en el ahora.
Desde el punto de vista de la lingüística antigua, han ofrecido una importante información acerca del latín vulgar y su evolución. ¿Por qué estudiar estos testimonios epigráficos de la ínsula VII, 6? Dicha ínsula fue excavada por primera vez entre 1760, 1761 y 1762 por los ingenieros militares Roque Joaquín de Alcubierre y Karl Weber, quienes trabajaban bajo las órdenes y el patrocinio del rey Carlos III. Durante el siglo XIX,el arqueólogo italiano Giuseppe Fiorelli recogió de los archivos, un siglo después, toda esa información generada por los dos ingenieros y la publicó. Entre 1909 y 1910, fue llevada a cabo la segunda excavación más importante de la ínsula por Giuseppe Spano: fue el primer arqueólogo en excavarla al completo, dejó todo perfectamente documentado (incluyendo fotografías y planos) y recogió los graffiti y dipinti que iba hallando según avanzaba su trabajo. Sin embargo, paralelamente y haciendo mención al ámbito político, Mussolini impuso un gobierno fascista basado en la política cultural, de manera que controló toda la riqueza arqueológica de Italia y la usó para el beneficio de su partido. Debido precisamente a la importancia que Mussolini le otorgó a Pompeya y, dado que muchos alemanes se escondieron en los subterráneos de algunas casas excavadas, la ciudad antigua durante la II Guerra Mundial sufrió daños irreparables. Concretamente, la ínsula VII, 6 fue bombardeada el 13 de septiembre de 1943. Es por esto precisamente por lo que debemos tanto al testimonio escrito de Spano, pues, de no haber sido así, nunca habríamos conocido la existencia de los grafitos y dipintos de esta ínsula.
Algunos autores afirman que fue la más afectada con diferencia, la más demolida y olvidada de la historia de Pompeya, la auténtica “Cenicienta” de las excavaciones. A pesar de los intentos, en 1950, de Vitiello Pietro de restaurar la VII, 6, cayó en el olvido. Con este trabajo el objetivo principal de la autora ha consistido en recopilar y ordenar toda la documentación epigráfica hallada en dicha ínsula, desde que comenzaron las excavaciones en esta zona de Pompeya hasta la aparecida en la actualidad. De este modo, se ha creado un corpus de inscripciones con un total de 174 documentos. Posteriormente, se ha llevado a cabo el estudio epigráfico pertinente con sus conclusiones posteriores.